Intentole pegar con una silla por la espalda
queriendo aparentar un accidente
ante la falta de palabras ordenadas.
“Sientesé!” dijo después de haber errado.
Mas, saltó el muro de la diplomacia
admitió su desacierto y volvió al ruedo con rudeza
sin escrúpulos arremetió con fuerza
pero su presa se escapó por la tangente
dejando en evidencia que aquél anacoreta no tenía
puntería.
Quiso enviarle por botella su mensaje
encorchado hasta el fondo lo soltó en un mar bravío
esperando que su viaje sea largo pero su llegada,
pronta.
Mas, a la mañana siguiente, medio dormido en la
playa
se vio reflejado en el verde vidrio con el papel
intacto.
Siete días y sus
noches practicó el mismo proceso,
siete días viendo bajar y subir la mar devolviendo
su botella.
Desgarrada la piel por tantos soles, enmarañadas
las barbas
sucio y hediondo percibió que no era acertada su
estrategia.
La paloma mensajera la compro en lo de Dagnino
con sus últimos alientos escribió el mismo mensaje
armó todo el artilugio para que esta vez sí
funcione
y a las seis de la mañana, como dijo el
colombófilo
del balcón prestado de un cuarto piso soltó al
viento a la colomba
y volvió a su cuchitril mezclado en ansias…
Pero la paloma retornó a su fuente o sea a su casa
ya que así se ve que es el circuito
y el mensaje quedó atadito en la patita del
animalito pacifico y contrito.
“Pues entonces quien lo tiene?”, le preguntó al
Gran Bonete
aunque el Gran Bonete nunca entendió a qué iba la
pregunta.
Algo había perdido y lo estaba malbuscando
mascullando en rencores en culpas ajenas en
espanto
con el nudo en el pecho enredado en mil hebras lo
que se llama una galleta
y trataba de deshacerla en un mensaje virulento
dirigido a un ser que cargaba con un peso impropio.
¿No debería buscar adentro suyo lo que había
perdido?
Sin saber cómo seguir, volvió al cuarto del cuarto
piso y se soltó.