Despótico desorden

Se me perdió el cerebro.

A las cuatro tenía que ir a mi clase de cordura y menos cuarto me di cuenta de que no tenía el cerebro.

Pensé que lo había dejado adentro de mi cabeza, pero no.

Revolví todo cuanto estaba alrededor de mi espacio y nada, mi cerebro no aparecía.

Me desboqué contra la humanidad entera y en especial contra los que me abarcan más cercanamente.

Alguien lo habría sacado de mi cráneo y lo habría dejado por cualquier lugar!

Pedí ayuda y la tuve, y los dos buscamos un poco por ahí mientras él se freía una milanesa.

Capaz estaba friendo mi cerebro en su lugar?

Pero él no era el tipo de persona que te come el seso.

Lo dejé masticar en paz su milanesa, segura de que no contenía ni una gota de mi materia gris, y lloré desconsoladamente…

Angustiada, me di cuenta una vez más de que soy desordenada, y decidí faltar a mi clase de cordura y dedicarme a ordenar mi universo de una vez y para siempre.

Incluso barajé la idea de abandonar la cordura… para qué perder el tiempo tratando de ser cuerda si ando así, descerebrada?

Aunque vencida, opté por no rendirme y seguí hurgueteando por ahí, ya sin apuro.

Impulsivamente, se me ocurrió investigar por otros rincones menos visibles…

Y ahí estaba mi cerebro!

Lo había puesto al pasar, en el mismo sector del corazón.

Cerebro y corazón no van en el mismo lugar, pero ahí lo había dejado, acaso sustraída en otras cuestiones, olvidado desde hacía una semana cuando volví de la última clase de cordura.

Finalmente, aunque llegué un tanto tarde, arranqué sin más ni más hacia mi clase, ya que no quise seguir perdiendo la cordura por dejar en el lugar del corazón a este cerebro perdido en mi despótico desorden.